No tenía en casa «aire mágico» del hombre bueno, cierto. Pero había llegado a la conclusión de que, el aire está en todos los lados del mundo mundial. O al menos, eso le dijo su padre cuando le preguntó esa mañana mientras desayunaban.
– el aire está en todos los lados- le dijo- Si no puedes tener «el aire mágico» para hacer que tu bolsa vuele, ¡pues enseña a volar a su bolsa!-
-¿Pero cómo hago eso papá? Yo no soy campanilla que va por ahi repartiendo polvos mágicos para que las cosas vuelen – le dijo el niño a su padre.
– También decías que tú no aprenderías a montar en bici, y mira… Escuchame con atención hijo: es cuestión de forma y velocidad. Conseguirás que tu bolsa vuele, ya lo verás.- le contestó el padre mientras le guiñaba un ojo con cariño.
El padre sabía que su niño se daría cuenta de que estaba hablando de una cometa y estaba en lo cierto. A los pocos días, y después de muchos, muchos intentos, su niño, vino, y de repente se había convertido en un hombre.
– Papá- le dijo muy serio dirigiendose a su padre-Lo tengo. ¡Lo que necesito es convertir mi bolsa en una cometa!
Cuando cumplió 24 ya tenía una tienda de cometas famosa en toda la localidad y los pueblos de alrededor. Consiguió sacar a su familia de la dura pobreza en la que se habían hundido.
Por supuesto, esa bolsa se convirtió en el disfraz de fantasma para la actuación del cole. Más adelante, llegó a ser una máscara para una fiesta de disfraces.(Con la que ganó el premio y se libró de pagar la cerveza). También se convirtió en unas rosas para su madre cada cumpleaños. Después se hizo marca-páginas de los libros de su padre. Finalmente fue el primer corazón que metió en el bolso de su chica, y, como no, llego a ser el anillo de compromiso.
Transcurrieron los años y ¡Oh sorpresa! Su mujer le regaló una bolsa de plástico igualita a la que él recibió aquella Navidad.
Cuatro años después ,se oían por la casa los saltos de un niño metido dentro de LA BOLSA DE PLÁSTICO.