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El siguiente fin de semana, tenían que bajar al centro a hacer la compra semanal. Por aquel entonces el niño ya tenía un grandioso plan. Se inventó que un niño de la clase (de la familia McGowan, una familia de bien) le había invitado a su casa a merendar una chocolatada. Sabía que su madre siempre le decía que sí a ese tipo de invitaciones. Porque era importante llevarse bien con ese tipo de familia, en la situación en la que estaban ellos. Y, sobre todo, porque en casa ya no había merendolas de esas con «de todo».

En cuanto se vio solo, salió corriendo hacia la zapatería.Corrió raudo y veloz, pero cuando llegó a la mismísima puerta de la tienda, se detuvo en seco y se dio cuenta de que no iba a ser capaz de realizar su plan según lo previsto. Se quedó fuera, dubitativo, alternaba miradas a la puerta de la tienda y a su mano, donde tenía la bolsa.
-¡Oye chico!- Le sorprendió la voz del hombre de la tienda.-¿Qué haces aquí? ¿Y tus padres? ¿Has venido tú solo?- le interrogaba el zapatero con cara de no entender nada.
– !Perdón, perdón, perdón! Es que mi madre me dijo que fuera a …no sé donde y … me he perdido pero… ¡Me acabo de acordar donde era! !Sí, sí! ¡Ya me acuerdo! ¡Me acabo de acordar! ¡Adios! ¡Perdón otra vez señor! ¡Gracias! ¡Adios!- decía mientras quería salir pitando.
– ¡No, no! ¡Tú no te puedes ir de aquí sin una cosa primero!- Le espetó, y le dijo que entrara – Dame tu bolsa. Sí, la que llevas en el bolsillo- Le dijo con voz clara.
El niño no podía mirarle a la cara, ni articular palabra, no podía entender en cómo ese hombre medio adivino sabía que él llevaba su bolsa de plástico en el bolsillo. Tenía incluso miedo. No había hecho los deberes el miércoles pasado. ¿También lo sabría?

Antes de que pudiera levantar la cabeza para ver qué maldades malvadas y maléficas estaba haciendo ese brujo con su bolsa, el hombre le tendió una mano agarrando una cuerda. Una cuerda como la de los globos. Instintivamente siguió con la mirada la cuerda hasta arriba del todo donde no vio un globo como los del otro día. No. ¡Lo que vio fue su bolsa hecha globo! ¡El hombre le había metido ese «aire mágico» directamente en su bolsa, y ahora tenía una bolsa voladora de verdad!
La felicidad de ese momento fue espectacular. Pero tal y como ya sabía no iba a durar mucho. Así que se había dado cuenta que tenía que pensar en otro plan. No podía seguir dependiendo de ese «aire mágico» del hombre bueno.
El niño pensó: «Pero espera. ¿Qué aire? ¡Pero si el aire está en todos los lados!.»
Nada más pensar eso, se le ocurrió la siguiente mejor idea del mes.

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